desayuno

subimos por la rampa
le entrega la llave al playero
pide cargar, medio tanque
suficiente para lo que nos queda
a ambos
los kilómetros suman en el tablero
en la forma que el combustible se evapora,
el tiempo entre ambos.
giramos y estacionamos
es un buen lugar para desayunar
la mesa en una esquina
hace tiempo sabemos
este es el mejor momento entre ambos
que ordenar dos cafés y medialunas
es nuestro acto de amor.
ella bebé sorbos cortos
dejo enfriar el momento
lo de anoche estuvo bien,
todavía llevamos el sabor de aquello
veo la grasa brillar en la punta de su nariz
ve mi barba desprolija
no hay tiempo para correcciones
eso fue hace bastante tiempo
y aunque todavía hacemos lo mínimo
llevamos los días en nuestra piel
sin apresurarnos, sin incomodidad.
este es el momento para decirnos
todo
todo, y lo mismo,
pero lee los titulares de los diarios
sin asombro
afuera,  sobre la vereda de un edificio en construcción
héctor diaz, se apoya  con un pie sobre la pared
entre un enjambre de gileras 150
espera hacer pie,
aunque el cartel es contundente
no hay vacante
hay más gente,
unos doce,
me es fácil contar
- mi madre- decís
me es fácil
están quietos, unos cuatro como héctor
apoyando un pie sobre la pared
tres más sentados en sus motos
cinco dispersos sobre la vereda miran sus teléfonos
no hablan
siete de ellos llevan todavía el casco puesto,
el resto acojonados en sus codos
quietos.
- ¿ibas a preguntarme algo?
- mi madre, te decía.
cuando terminamos de desayunar
los doce siguen ahí,
solo el sol se ha movido.


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