tarde para despedirse

"esta gente es más rara que la mierda" Anita Ragot


hoy falleció alguien a quien poco conocía, pero no me movió su muerte, era solo una persona que asocio con alguien que sí tuvo un impacto en mí, también fallecida.
lo que se esperaría de alguien así, como miguel, es decir que dejó esa marca, ese espíritu de lucha, compromiso y todas las sartas de pelotudeces que ni siquiera se escribieron sobre él. apenas algún recuerdo perdido en unas páginas de internet, casi como de relleno, casi como un día donde nada pasó, como en febrero.
una noche caminando por el centro le pregunté si tenía hijos, pareja, algo como eso, ya que siempre estaba presente para todo. yo era un joven con ganas de saberlo todo, de soñar, algo que me empujara a la lucha, tantas historias leídas sobre la represión, porque ahí había historias romántica, y no en la cotidiana y despreocupada vida de mis padres. no tenía nada, alguna vez estuvo en pareja, y no mucho más que eso: la docencia y el periodismo, algunos amigos. desde aquella noche, cada vez que entraba en su casa buscaba algo más que no fuera él, algún rastro de alguna mujer, de un familiar; pero de su soga solo colgaban algunos jeans viejos y unas camisas, porque el tipo usaba camisa, que era lo único que lo emparentaba con esa normalidad de la que huía.
aprendí de él el oficio, tanto que me dio miedo involucrarme.
la siguiente noche que recuerdo estoy tomando un café y leyendo una novela, solo, pero de la soledad que se busca  porque ya era un tipo con una pareja, un hijo, un laburo, alquiler y impuestos. otro tipo mas. golpean la ventana, levanto la vista, era miguel. todo lo que pasó entre aquella noche y ésta de huida fue algún cruce ocasional, el saludo de mano levantada en veredas opuestas, más distante y frío que apresurado. miguel seguía solo, y más solo cuando le preguntaba a alguien por él. levanté la vista, me sonrió, a pesar de tanto no perdió esa sonrisa de niño que en los viejos es más de niño, porque no sé decir ahora cómo se tiene ese gesto cuando se está en el olvido. charlamos, cotidianidad y urgencias, solo al final de mi lista de vida,  tan común y sin interés de su parte, me recordó por un instante a aquellas noches de bohemia joven cuando me hizo un comentario sobre el libro que estaba leyendo: ¿acaso podía céline escapar al final de su vida de su obra?, amargamente, no sabía qué era la obra que recordábamos de céline. acaso, salvando las direcciones, vamos a terminar solos, sin amigos, sin el calor de una mano en nuestros brazos, cual fuera la dirección que tomáramos, ¿eso era el final de la lucha?, claro, miguel no era céline ni nada de lo que éste hizo y se juzgó. en mí fue un olvidar y volver a aprender, tanto ayer como hoy.
hoy leí que anita, su gran amiga, ha fallecido, con mejor aura pero con el mismo destino, y apenas alguna página perdida da nota de ello. pregunto si lo que hacemos es para cuál destino: no somos gardel; y tampoco queremos pasar sin dejar una huella. por lo pronto me refugio en aquello que forcé, porque una familia es esfuerzo, pero esta ciudad no se ocupa de los suyos. el poder es pertenencia, y ahí las despedidas son pomposas, pera carentes de genuino afecto, y es muy posible que con los años ellos sigan siendo recordados, como efemérides  de relleno en algún noticiero, pero dudo que de esos alguien intente un recuerdo, algo sincero, alguna palabra a miguel, algo dolido.

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