proceso continuo


una niña entra al negocio
de la mano de su madre,
lleva el uniforme del colegio
de esos que se bordan en overlock 
y venden en las pequeñas tiendas de la galerías de la zona residencial , 
cuando camino levantando y volviendo a poner donde estaban
lo que antes había levantado
como una máquina que da puntadas precisas y continuas en una recta finita;
la niña viene directamente a mí
soltando la mano de su madre.
debo aclarar algo:
no sé si saben
pero yo no tengo nada que ver con este negocio
ni soy amiga del gerente
ni estoy tomando apuntes para una monografía 
ni visto de manera adecuada para aparentar ser un vendedor
ni tengo barba
ni mi aliento va de cigarros armados oscuros
ni mi voz es segura y grave
ni mi mirada, ya saben, esa mirada de los mil metros...
no es mi voz la de una niña que  pide la biblia
sin saber si acá vendemos biblias
porque de tanto venir nunca vi una biblia acá.
de manera cordial y con una sonrisa que nunca saco pido me acompañe. 
ahora soy el vendedor de babilonia 
el mejor vendedor a su disposición 
años de experiencia con alto poder de convencimiento,
el que hace los pedidos
el que controla stocks 
el que ordena estantes
el que llega antes y se va después de todos ustedes,
mis compañeros de trabajo.
un apasionado vendedor
que ahora te lleva de la mano
a la tercer sala
subido a una pequeña escalera de pino lustrado 
con un aroma a vainilla 
preciso 
artificial 
descansando en cada cubículo de caoba al resguardo cálido de triangulados leds
son mis extremidades la de una pinza neumática ciega a toda belleza que toma por el lomo un libro
y la deposita en la caja
donde será escaneado y descontado del stock
quedando un registro binario que hará saber que  otra niña más a entrado buscando la biblia y se le entregó por equivocación de un torpe y ya despedido vendedor 
las obras completas de Edna St Vincet Millay.

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