sentado en un auto daitona frente a mi reflejo

fui tan feliz cuando no tenía remera para plantarme al mundo. en días de semana sueño que alquilo una habitación, de esas en las que en el siglo pasado te agarrabas una tuberculosis, y vuelvo a ser el estudiante preocupado por su despreocupación. falto de vocación, falto de no querer ser nada. hace tiempo que se repite; no importa, sólo minutos después de tener que levantarme trato de analizar la situación: hubiera cambiado algo¿? también nada hubiera cambiado un padre presente en horas de adolescencia. era tan feliz sin que a nadie le preocupara. volví sólo para saber si había alguien al que le preocupara mis deshoras. la casa vacía. desnudo esperando que los bloques caigan entre tipas viejas y gomas usadas, que delante mío un colibrí golpee la ventana y desaparezca.
las horas en los fichines, vacíos, mirando los destellos en las pantallas y  ahogado de ruidos. sentando en una auto daitona frente a mi reflejo. dando vueltas por revisterias,  por  galerías sin estaciones ni horas. libre de todas las cátedras. con un frío o  calor que sólo preocupan a mis ropas. libre del amor de cualquier tipo. comiendo panchos, sin necesidad de fumar, bebiendo de los dispenser. subiendo treinta y nueve escalones en el cine municipal, ignorante de hitchcock. mirando películas sin esperar los créditos. salir y no recordar titulos. sólo la angustia de un único plano.

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